lunes, noviembre 29, 2010

Carta de un Padre a su Hijo

Era una mañana como cualquier otra.- Yo, como siempre, me hallaba de mal humor.-
Te regañé porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grité porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta.-

Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa.- Furioso te levanté por el cabello y te empujé violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato.-
Camino a la escuela no hablaste.- Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida.- Te despediste de mi tímidamente y yo sólo te advertí que no te portaras mal.-

Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín.- Llevabas puestos tus pantalones nuevos y estabas sucio y mojado.-
Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos; que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte.- Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mi te indiqué que caminaras erguido.-

Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa.-
A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar.- Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más ese escándalo y subí a mi cuarto.-

Al poco rato mi ira comenzó a apagarse.-
Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude.- Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?

Luego escuché unos golpecitos en la puerta. "Adelante" ... dije, adivinando que eras tú.-

Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación.-

Te miré con seriedad y pregunté: ¿Te vas a dormir? ... ¿vienes a despedirte?

No contestaste.- Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente.-

Te abracé ... y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito.-
Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suavemente en la mejilla.- Sentí que mi alma se quebrantaba.-

"Hasta Mañana Papito" me dijiste.-
¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Por qué me desesperaba tan fácilmente?

Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mí y ciertamente no eras igual.-
Tu tenías unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobretodo, sabias demostrar amor.-

¿Por qué me costaba tanto trabajo?, ¿Por qué tenía el hábito de estar siempre enojado?
¿Qué es lo que me estaba aburriendo? ¡¡Yo también fui niño!!
¿Cuándo fue que comencé a contaminarme?

Después de un rato entré a tu habitación y encendí con cuidado una lámpara.- Dormías profundamente.-

Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebé.-
Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce.-
No pude contener el sollozo y cerré los ojos.-
Una de mis lágrimas cayó en tu piel.- No te inmutaste.-
Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio.-
Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación.-

Si Dios me escucha y te permite vivir muchos años, algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más que a mi vida.-

"Si lloras por haber perdido el Sol, entonces no podrás ver las estrellas"

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